La electromovilidad está ganando terreno en el Perú. Según cifras de la Superintendencia Nacional de los Registros Públicos (SUNARP), en marzo de este año se comercializaron 753 vehículos híbridos y eléctricos, marcando un crecimiento del 56,2 % respecto al mismo mes del 2024. Estos números confirman una tendencia clara: cada vez más peruanos están apostando por una forma de transporte más limpia y eficiente.
Pero aunque las ventas crecen, el país todavía no está preparado para sostener este cambio a gran escala. Faltan estaciones de carga, los autos siguen siendo caros en comparación con los modelos tradicionales, y no existe una política clara que acompañe esta transición energética.
“La movilidad eléctrica no es solo una alternativa ecológica. Es una oportunidad para rediseñar las ciudades y mejorar la calidad de vida de las personas”, explica Anderson Gómez, Commercial Manager for P&G, Mobility, and E&C Segments for SAC para Schneider Electric. Desde su experiencia, el desafío ya no es la tecnología: es la coordinación. “La industria necesita más pilotos, incentivos reales y, sobre todo, que el sector público y privado trabajen en la misma dirección”, añade.
El espejo regional
Mientras Perú da pasos importantes, países vecinos como Chile han avanzado más rápido. En Santiago ya circulan más de 2.400 buses eléctricos, y este año se sumarán más de 1.200 gracias a una licitación 100 % eléctrica, según datos de la Dirección de Transporte Público, En Lima, el ingreso de buses eléctricos en algunos corredores urbanos es un buen inicio, pero aún insuficiente para hablar de un cambio estructural.
Frente a este escenario, empresas como Schneider Electric vienen desarrollando soluciones que faciliten esta transición. A través de EcoStruxure eMobility, su plataforma basada en IoT, buscan optimizar la gestión energética en estaciones de carga, mejorando la eficiencia y reduciendo costos para operadores y usuarios.
¿Y ahora qué?
La pregunta no es si la electromovilidad va a crecer, sino si el país está listo para acompañarla. Por eso, además de celebrar los récords de venta, es momento de mirar el panorama completo: sin una red sólida de carga, incentivos que reduzcan los precios, ni políticas públicas claras, el boom eléctrico podría frenarse.
“Tenemos que ver esto como una oportunidad país. Un sistema de transporte eléctrico bien implementado no solo ayuda al medio ambiente, también mejora el tránsito, la salud pública y la competitividad de nuestras ciudades”, concluye Gómez.
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